Susana Monsma
Susana encontró su destino final en octubre de 2015 de forma inesperada en la Gran Vía de Bilbao, debido a un desmayo o tropiezo que causó un fatal desenlace. Tenía cuarenta y tres años.
Aquel fatídico día, de camino a su trabajo, alrededor de las ocho y media de la mañana, Susi estuvo en un quiosco comprando una miniatura de motocicleta para un niño pobre y gravemente enfermo de seis años. Susi no conocía a aquel niño personalmente, pero el mero hecho de saber que se trataba de un pequeño que sufría una enfermedad que no siempre tiene cura, le bastó para hacer lo que hizo y hacerle llegar su regalito a través de terceras personas.
¡Fue el último acto de su vida y dice mucho de Susana! Destinar parte de su dinerito a algo bueno como lo era regalar ilusión a un niño enfermo.
Susana tenía una mentalidad y aire más cercano al de una niña que al de una mujer adulta. Entre sus principales cualidades humanas básicamente destacan sus grandes dosis de sentimiento de empatía hacia los demás, conocidos o no. Era cariñosa, alegre, amable, muy humilde, y estaba siempre a disposición de todo el mundo. No criticaba a nadie, ni le gustaba que los demás lo hiciesen. Ella prefería ver el lado bueno de la gente. Nunca jamás hizo prevalecer su condición de “hija del jefe”.
También era muy amante y protectora de los animales de cualquier clase. Grandes y pequeños, peligrosos o inofensivos, lo mismo le daba, a todos ellos los consideraba más como amigos de distinta especie que otra cosa. Era muy clara en este punto, intolerancia hacia el maltrato.
Siendo como era Susi, no es de extrañar que solo tuviera amigos ya que no suponía amenaza o peligro para absolutamente nadie, y gozaba de la simpatía y cariño de todos cuantos la conocieron. Alguien dijo: “No era solamente tuya Pieter, Susi era de todos”. Y así era. Su recuerdo y generosidad perdurarán a través de la Fundación que lleva su nombre.
D. Pieter A. Monsma de Korte
Fundador y Presidente